Seguro que si has empezado a profundizar en tus conocimientos acerca del vino te habrás encontrado con referencias a “vinos del nuevo mundo”. Algo que puede sonar muy futurista pero pronto verás que es más sencillo de lo que parece a priori.
Como bien sabrás la historia de la viticultura tiene siglos de antigüedad y fue en Europa donde comenzó a formarse como la labor artesanal e histórica que es a día de hoy. Es por eso que a los vinos procedentes de cultivos europeos con años de historia se les conoce como vinos del viejo mundo.
En contraposición, se conoce como vinos del nuevo mundo a las bebidas elaboradas en países lejanos a Europa, como: Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Chile, Argentina, México y Uruguay.
La historia de estos viñedos tiene clara correlación con la llegada de inmigrantes europeos a estos otros continentes que exportaron la tradición vinícola a estas nuevas tierras.
La salida del cultivo de la vid del viejo continente comenzó con la colonización americana, que proporcionó en primer lugar los vinos de California y se extendió posteriormente por toda Latinoamérica. Pronto la fiebre por el vino llegó a todos los continentes y comenzó esta separación entre los vinos procedentes de nuevos o antiguos viñedos.
También se diferencia a estos vinos debido a cambios en las características para producirlo y su resultado final.
Los vinos del nuevo mundo tienen una legislación de cultivo y producción mucho más flexible. Los enólogos tienen mayor libertad para experimentar y no hay unas reglas del juego tan definidas como en los países europeos lo cual permite que en la bodega se experimente con cepas, mezclas, tiempos y tipos de barrica.
Además, los sabores y aromas de los vinos del nuevo mundo se caracterizan por ser más frutales, voluptuosos, con una acidez baja y tener un alto nivel alcohólico ¿Lo sabías? ¿Has probado vinos del nuevo mundo siendo consciente de esta diferenciación?