Ya hemos hablado en varias ocasiones de la importancia que tiene para un vino su origen, el comienzo, su ingrediente principal: la uva. Pero cada fase y proceso de la creación de esta bebida aporta diferentes matices que acaban de conformar la copa perfecta.
Hoy os queremos hablar de otro de los pasos clave: el tiempo en barrica y cómo afecta cada tipo de madera al sabor final del vino.
El árbol más utilizado para hacer tablas de barrica es el roble, pero también encontramos diferencias aquí. Si nos decantamos por una barrica de roble americano conseguiremos un vino menos tánico pero más aromático. Además, estas barricas suelen tener una gran durabilidad.
El roble francés, por su parte, tiene un poro más fino por lo que añade unos matices más sutiles y tiene un precio más elevado que su versión americana. Son estas dos tipologías las más utilizadas en todo el mundo para elaborar barricas, pero no las únicas.
No nos podemos olvidar del roble español que, aún aportando propiedades parecidas a las del americano y francés, no se suele utilizar de forma habitual. Otro de las maderas protagonistas es la del roble húngaro que permite que la fruta se exprese mejor y tiene una aportación muy sutil.
Otros árboles que se emplean para desarrollar esta labor son el pino, que aporta toques muy peculiares; el castaño, que afecta poco al vino en su interior por lo que en ocasiones es tildado de soso; el cerezo, que se suele utilizar en tintos porque aporta fruta roja y la acacia, que se usa más para blancos.
Además del material que compone la barrica merece la pena recordar que el fuego tiene también un papel muy importa en la imprenta que se va a dejar en el vino. Diferenciamos entre barricas de tostado ligero, las que han soportado unos 10 minutos a 120ºC al hacerse las duelas; de tostado medio, 15 minutos a 200ºC y tostado fuerte, más de 15 minutos con más de 230ºC.
Los matices que este calor puede aportar al vino son muy especiales. En correlación con la temperatura aportan matices de coco, vainilla, chocolate, café, especial, tabaco y ahumados.
Por último, no queríamos terminar este post sin comentar el elemento clave que convierte un buen tiempo en barrica en el toque estrella del vino: la mano del bodeguero. Su visión, experiencia y decisiones terminarán de crear el vino perfecto.