El vino blanco, por su frescura y delicadeza, está generalmente relacionado con las añadas más tardías. Hay una falsa creencia que parece haber maldecido a los vinos blancos que tienen más de dos o tres años ¿Por qué podría ser eso? Te lo contamos en el post de hoy y ¡te decimos por qué es falso!
Comencemos por el principio ¿En qué grupos se divide al vino blanco según su añada?
- Vinos jóvenes o del año, los que se han llevado toda la fama ¡aunque no nos extraña! Son especialmente aromáticos.
- Vinos criados o envejecidos en barrica, estos vinos pasan un periodo en barrica seguido de una maduración final en botella. Este proceso les resta frescura, sí, pero les añade otras características sensoriales súper interesantes.
- Vinos fermentados en barrica: estos vinos estarían a mitad entre los dos anteriores. Son unos vinos muy interesantes que presentan matices sensoriales más profundos.
¿Qué diferencia principal hay entre estos tres y cuál ha sido el origen de todo este mito? Los vinos jóvenes no suelen evolucionar de forma correcta en la botella. Ya sabrás que no siempre un vino con más años es un vino mejor, están los que mejoran con el tiempo y los que no.
El vino blanco joven suele ir perdiendo matices con el paso del tiempo y si su guarda en botella no es la adecuada puede llegar a picarse. Es por eso que cuando consumimos un vino blanco joven es preferible que sea de una vendimia reciente.
¡Ojo! Ahí reside el secreto ¿El vino blanco es joven? Si no lo fuera podríamos consumir perfectamente uno mayor y que tuviera unas características excelentes.